jueves, abril 12, 2007

Artículo de novela de Anita (El año del diluvio).


Escándalo en San Ubaldo de Bassora

Una carta dirigida al doctor Suñé, que trabajaba en un centro asistencial en la provincia de Barcelona, es la prueba fundamental.

La pequeña ciudad de Bassora no cree a sus oídos: la monja que entre los años cincuenta y ochenta llegó a ser famosa por haber fundado muchos asilos de ancianos en España, tuvo en juventud una secreta relación con el rico Augusto Aixelá, el último descendiente de una antigua estirpe de terratenientes.De hecho, después de la muerte del doctor Suñé su hija descubrió, en la habitación de su padre, una carta escrita por la famosa sor Consuelo. Hoy en día, los pueblos de la provincia de Barcelona no hablan que de ese acontecimiento. En realidad, la carta se remonta a los años ochenta, cuando la monja transcurrió sus últimos días en el primer asilo de ancianos que ella misma fundó, es decir, el centro asistencial donde trabajaba Suñé. La hermana le habría escrito al doctor para contarle la verdad sobre el porqué quiso, pocos días antes de morir, ir a ver por última vez una vieja finca (“casa Aixelá”) que se encontraba en esa pequeña ciudad.

La finca en cuestión fue el lugar endonde se consumió, por primera y última vez, la fugaz pero intensa historia de amor entre la jóven monja y el presumido terrateniente. Eran los años cincuenta cuando se conocieron: ella había dirigido su interés al soltero y rico hombre para pedirle un financiamiento para su proyecto para la fundación de asilos de ancianos, dado que hasta ese momento nadie le había ayudado. Al principio Aixelá pareció rechazar, pero al final aceptó la propuesta, así pues los dos empezaron a verse varias veces para hablar del proyecto de sor Consuelo.

En su carta la anciana monja se refiere al periodo en que ocurrió todo eso como al “año del diluvio”, de hecho en aquellos meses hubo grandes lluvias que asolaron la región. Sin embargo, sor Consuelo explicó al doctor Suñé que todos los problemas causados por el diluvio a ella no le importaban porque sólo pensaba en Aixelá. De todas maneras, a causa de “una serie de acontecimientos fortuitos y elementos naturales” (como los llama la hermana) los dos amantes se separaron: tenían una cita, pero habiendo llegado con retraso al lugar preestablecido, el hombre ya se había ido.

La religiosa concluye su carta diciendo que pudo soportar la soledad de su vida sólo gracias al recuerdo del único momento de intimidad que tuvo con el querido hombre.

Nadie podría imaginar que una monja tan bondadosa y respetable escondiera durante tantos años un secreto tan grande.

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