Cuando era pequeño vivía muy serenamente en Malaga porque gracias a mis padres nunca he carecido de algo, tanto cosas materiales como afecto; y cuando mis padres no estaban en casa por culpa del trabajo, yo me quedaba con mi abuelo paternal Mario, al cual quería mucho. De hecho, cuando yo tenía catorce años y él murió, fue un duro golpe para mí porque sucedió de repente, pero ahora cada vez que pienso en él lo hago con una sonrisa porque me acuerdo de lo que hacíamos juntos. El mar es mi pasión y tengo que decir gracias a mi abuelo por eso porque muy a menudo me llevaba a la playa: le encantaba escuchar el ruido que hacen las olas cuando golpean en la orilla. Además, solíamos recoger las conchas con formas y colores especiales que encontrábamos en la arena y cuando yo volvía a mi casa las ponía todas en una caja que todavía tengo en mi habitación en Malaga. Mi abuelo me enseñó también a hacer colgantes y pulseras con las conchas recogidas, que yo regalaba a mi madre y a las niñas de mi escuela; en realidad eso me ayudaba a mejor relacionarme con los otros porque siempre he sido una persona muy introvertida también porque estaba un poco gordo y los niños me tomaban el pelo, aunque creciendo he aprendido a no ser demasiado tímido y a dejarme conocer por mi personalidad, prescindiendo de las apariencias. De todas maneras, mi abuelo Mario me ha enseñado mucho y otra pasión que me transmitió es la de montar en bicicleta, de hecho cuando hacía buen tiempo y no hacía demasiado frío, siempre íbamos por la ciudad, pasando por las plazas más bellas. Me divirtía mucho cuando estaba con él y nunca olvidaré esos momentos especiales de mi infancia pasados en compañía de mi querido abuelo Mario.
viernes, diciembre 08, 2006
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